De la idea al hecho hay mucho trecho: Los enemigos de la creatividad y la innovación (Parte 1).

Cada vez que tengo la maravillosa oportunidad de dictar conferencias y talleres sobre creatividad e innovación me llama profundamente la atención la forma como reacciona la mayoría de los asistentes ante los ejemplos y casos inspiradores de innovación de empresas pequeñas y grandes en el ámbito local y mundial.

Muchos de ellos, con rostro afligido y pensativo, se acercan a mí como quien quiere hacer una confesión de algo que desean liberarse: “Yo también tengo una gran idea, solo que no me he atrevido a ponerla en marcha”. Lo que limita y no permite que muchos de ellos formen parte de ese selecto grupo que está transformando el mercado y logrando altos niveles de realización personal, radica en los enemigos que se clasifican en los que tienen su origen en nuestro diseño cerebral y se extienden a esferas como el hogar, la educación y la cultura, y los que surgen de los imperantes modelos empresariales.

1. Temor: la resistencia natural al cambio.

¿Qué pensaríamos si encontramos que unos de los principales enemigos de la creatividad y la innovación son el diseño y la manera en que opera nuestro cerebro? Basta con recordar las emociones que en nuestra época de colegio despertaban los retos que Baldor proponía, así como las fórmulas y complejos procesos a los que nos enfrentábamos en cursos como química y física. Pero ¿no han sido acaso estas ciencias y áreas de conocimiento factores protagónicos del desarrollo humano? Lo que resulta paradójico, entonces, es por qué si son temas tan trascendentales para la humanidad, aprendimos a verlos con tanto temor y dificultad. La respuesta resulta muy sencilla. Estas materias desafían la manera como nuestra, debido a su diseño, busca trabajar. La mente por naturaleza es perezosa. 

Para ampliar e ilustrar mejor esta afirmación, tenemos que entender que cada vez que la mente hace un esfuerzo para aprender o pensar consume mucha energía –se incrementa en 25 % el consumo de glucosa, en 20 % el de oxígeno y en 40 % el azúcar de la sangre–, por esta cuando hacemos procesos intelectuales podemos terminar extenuados,de ahí que nuestra mente, como mecanismo de defensa, prefiera emplear “pensamientos automáticos” aquellos que ha aprendido de la repetición y la experiencia y que no requiere un acto consciente para generarlos. A este fenómeno le llamo actuar en “piloto automático”, lo que se demuestra en 95 % de los actos que realizamos todos los días como bañarnos, comer, saludar, caminar, responder el teléfono, entre muchos otros que hacemos de manera mecanizada. 

Lo “nuevo” es uno de los conceptos que generan mayor incertidumbre y temor para la mente debido a que representa algo distinto de lo que el cerebro ya conoce. 

Nuestra vida es un cúmulo de situaciones en las que nuestra mente se muestra renuente a lo nuevo por la tendencia natural del cerebro de aferrarse a lo que ya sabe y a las emociones que ha consolidado, y evita al máximo el riesgo y la pérdida. 

Un ejemplo de esto es cuando vamos a un restaurante con el firme propósito de pedir algo nuevo y cuando revisamos el menú nuestra voz inconsciente (marcadores somáticos) comienza a cuestionarnos: “¿Y qué tal si no nos gusta?¿qué tal que perdamos la inversión?; ese ya lo probamos y nos gustó, mejor malo conocido que bueno por conocer”, y al final, después de un frustrado intento de valentía, elegimos el plato de siempre. 

¿Qué pensaríamos si nos invitan a ser socios de un proyecto de restaurante inspirado en el inodoro donde la decoración y muchos elementos sean tomados del baño? Seguramente para muchos sería una idea no solo descabellada, sino indecorosa. Pero la realidad es otra cuando vemos el caso de la exitosa cadena nacida en Taiwán llamada Modern Toilet, la cual constituye un ejemplo claro de creatividad e innovación, y que a su vez explica 
por qué pocos llegan a ideas que cambian y revolucionan el mercado. Este ejemplo sintetiza la rivalidad que hay entre la manera como opera nuestro cerebro y lo que la creatividad y la innovación proponen. 

De este primer enemigo se concluye que nuestra mente busca optimizar energía y piensa de forma convergente, prefiere lo que ya conoce y teme lo nuevo y lo que implica entender, trabaja en piloto automático, cuida sus emociones y es perezosa por naturaleza. Por el contrario, creatividad e innovación suponen asociaciones nuevas, pensar de forma divergente, romper esquemas y paradigmas mentales y culturales; requiere riesgo y valor.

2. Porque lo digo yo y punto: educados para pensar en serie.

Break Point and Beyond es el nombre de un estudio en el que se pidió a niños de tres a cinco años de edad que escribieran la mayor cantidad de usos que puede tener un clip para papel. El estudio plantea que quien logre 200 usos es considerado un genio. Lo interesante fue que 98 % de los niños lo logró. 

Años después, cuando los mismos niños tienen entre siete y diez años de edad, se les repite la prueba  y solo 32 % llegó a los 200 usos. Luego, cuando tienen entre 13 y 15 años, solo 10 % alcanzó la meta. Este mismo test fue realizado a adultos mayores de 25 años y solo 2 % llegó a la cifra esperada.

Este reto evidencia el “pensamiento divergente”, fundamental para la creatividad y la innovación y que es la habilidad de generar muchas ideas frente a un mismo problema. Entonces ¿qué ocurre en la vida de un individuo para que esta capacidad se vaya a pique cuando es adulto? Este es el segundo enemigo de la creatividad  y la innovación: la familia y la educación.

Esta capacidad de pensar fluida y multidireccionalmente es un atributo que se reconoce en la primera infancia cuando todo lo que el bebé hace es aplaudido. Pero, a medida que crece se le empieza a cuestionar y sancionar muchos de sus actos: “No te subas, no toques, no rayes, eso no se hace”, lo que genera desazón y se convierte en una de las razones por las que la espontaneidad y la libertad creativa comienzan a desaparecer para formar modelos de pensamiento en serie. “No rayes las paredes” dirían hoy muchos padres, pero ¿no fue acaso ese el talento que tuvo que desarrollar Miguel Ángel para pintar la Capilla Sixtina?; “Deja de decir incoherencias”, “Bájate de ahí que te vas a lastimar”, tendríamos que preguntar por estos cuestionamientos a Shakespeare y Guy Laliberté,fundador del Circo del Sol, respectivamente.

La educación, sin lugar a dudas, ha sido fundamental en el desarrollo de las capacidades humanas pero, al mismo tiempo, ha contribuido al deterioro de la creatividad y la innovación. Yo mismo he tenido que revisar mi rol como docente porque uno de nuestros principales errores ha sido privilegiar en las evaluaciones las respuestas que más se parezcan a nuestra forma de pensar. En vez de motivar la divergencia, este acto lleva a que todos piensen de manera convergente y es ahí donde la gran víctima es la creatividad.

Otro de nuestros errores ha sido la forma como evaluamos y establecemos parámetros de quiénes son “buenos y malos” estudiantes. El uso de colores rojos, tachones y escalas de notas que significan ganar o perder, han contribuido a que el estudiante desarrolle un profundo temor a los retos, a perder y a equivocarse, lo cual es y será la base de los grandes desarrollos creativos. Grandes ideas como la Coca-Cola, el viagra, el horno microondas, entre miles de ejemplos más, han sido resultado de “errores” que cometieron sus creadores que más que frustrarse por el hecho, aprendieron a ver el lado positivo y rentable de esta fortuita equivocación.

Asimismo, otro error ha sido la manera como hemos concebido la inteligencia, concepto que hemos asociado a capacidades lógicas, matemáticas e incluso lingüísticas. Nuestro modelo social y económico es un ejemplo claro de cómo las áreas de conocimiento que están en la cima del prestigio (puesto que son las que más tributan al concepto de “desarrollo”), son aquellas asociadas a la ingeniería, la administración, el derecho y la medicina. De ahí para abajo encontramos las áreas de conocimiento “blandas” que son objeto de crítica cuando un joven manifesta interés en la música, el diseño o el teatro. Es aquí donde cobra valor lo que Howard Gardner plantea como la teoría de las inteligencias múltiples que habla de ocho tipos de inteligencia, en las que brillan la logicomatemática y la lingüística, pero resaltan las que el modelo social y económico se ha encargado de subvalorar como la música, la intrapersonal y la interpersonal, como algunos ejemplos. Acerca de esta última, como docente que acompaño a estudiantes de último semestre en sus procesos de práctica, la gran conclusión a la que llego año tras año es cómo las universidades privilegian las capacidades intelectuales pero no desarrollan otras como la capacidad de entablar relaciones asertivas con sus semejantes. 

Como ejemplo final de este enemigo está el estudiante que en su colegio obtenía las peores notas pero que a la hora de educación física demostraba condiciones de coordinación, balance y armonía corporal, el tipo de persona que goza 
de otra de las muy subestimadas inteligencias: la corporal cinestésica, la cual es fundamental para hacer parte de uno de los más selectos y majestuosos proyectos: el Circo del Sol, la mezcla perfecta de las múltiples inteligencias, 
el principal mérito de quienes forman parte de estos shows, pero cuyo principal mérito fue creer en que su principal inteligencia (la corporal cinestésica) podía ser suficiente para obtener lo que hoy hacen: viajar por el mundo, ser felices y hacer aún más felices a millones de personas.

Como este y muchos otros ejemplos, la familia, la educación y los paradigmas sociales se han levantado como férreos enemigos de nuestros talentos y capacidades creativas, limitando enormemente el potencial que tenemos para ser felices y realizarnos en ámbitos que quizás no son los que aconseja el modelo económico, cuyo principal objetivo es el lucro antes que la realización personal.

Es un llamado a revisar qué estamos haciendo con nuestra vida. La escuela debe ser un escenario donde más que dictar los mismos contenidos a los estudiantes de forma masiva, debe concentrarse en identificar el potencial 
y los tipos de inteligencia de cada persona para generar los espacios donde puedan ser canalizadas y llevar a este individuo a su mayor nivel de desempeño y realización personal. 

La capacidad de desempeño de una persona está estrictamente ligada al nivel de motivación que esta tarea represente para ella, lo cual será tema de la segunda parte de este artículo. Espero que más que respuestas, este escrito haya despertado inquietudes y motivaciones.

Escrito por:
JUAN DAVID LONDOÑO GÓMEZ
Director CREO -Esp. Diseño Estratégico e Innovación

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